
Valladolid. Después de tres meses viviendo en España, una de las dualidades que he podido observar es que la gente se queja del gobierno pero, al mismo tiempo, agradece la comodidad inmediata que este les da. La crítica y la alabanza, el descontento y el agradecimiento. Polos opuestos que se encuentran muchas veces en una misma opinión; pero, siempre sobre lo inmediato, sobre el corto plazo. Europa se ha dormido, se ha olvidado de pensar en el futuro.
"Un bien común en el que ninguno está bien"
Una sociedad en donde los valores tradicionales están en decadencia. Donde el avance del progresismo, de la mano del socialismo, parece no encontrar una oposición que lo detenga. Donde predomina un único discurso y a quien piense distinto se le descalifica, señalando que es un retrógrada, facha, anticientífico, intolerante, fóbico o fanático religioso.
Una hipocresía constante, en donde las voces de este discurso no toleran a los distintos pero estos últimos son señalados como los intolerantes. Donde el Cristianismo no es bien visto, e incluso repudiado, por ser considerado retrógrado, machista y no abierto al diálogo; pero el Islam cada vez ocupa más territorio europeo, apoyado por el Estado, ONGs y ciertos colectivos.
Países en donde se apoya más a los inmigrantes que a sus propios ciudadanos. Donde, bajo la bandera de los derechos humanos y la tolerancia, no se filtra apropiadamente quiénes ingresan al territorio. Individuos que ensucian el nombre de sus naciones de origen y perjudican a compatriotas suyos que emigran buscando un futuro mejor, construido a base de esfuerzo y trabajo honrado. Delitos y verdaderas vulneraciones de los derechos humanos que cometen pero que la justicia no castiga de igual manera porque si lo hiciera sería un acto de odio, xenofobia e intolerancia.
Una economía dirigida hacia el “bien común”. Un bien común en el que ninguno está bien, incluso se está peor, pero donde creen estar bien.
Una economía que tiene trabajadores pobres. Unos trabajadores que cada vez se ven más obligados a encontrar un segundo empleo para poder vivir (aunque terminen sobreviviendo). Donde cada vez eres dueño de menos pero no te molesta porque eso es por el “bien común y del planeta”. Mileuristas y minieuristas, que cada año son más y se mantienen en ese nivel de sueldo durante más tiempo.
La capacidad de ahorro cada vez es más efímera. Si quieres ahorrar debes compartir cosas, como vivienda y vehículo. En un futuro cercano, prácticamente inmediato, pasará lo mismo con los empleos. Se te retirará el derecho a ser trabajador a tiempo completo para compartir la jornada con alguien más, dando así la sensación de que se está reduciendo la tasa de desempleo. El costo es provocar, potencialmente, una menor productividad en las empresas, menores ingresos para las familias y, en suma, un deterioro en la calidad de vida. Nótese que la tasa de paro (desempleo) también se puede reducir incentivando la inversión privada, aumentando el número de empresas y, por lo tanto, de trabajadores. Pero, al Estado no le interesa eso porque te vuelve más libre y menos dependiente de el.
Pero nada de esto importa. Basta con que el gobierno de turno emita un par de bonos o subsidios para que el pueblo esté tranquilo. No caen en cuenta de que nada es gratis y menos cuando viene del Estado. Sobre todo cuando la única forma que tiene este para generar ingresos es mediante los impuestos o, en su defecto, el endeudamiento. "No existe tal cosa como un almuerzo gratis", como decía Friedman.
La buena calidad de vida que aún se preserva, aunque cada vez en un mayor peligro de extinción, provoca que gran parte de los ciudadanos no se preocupen por el largo plazo. Y esto le da vía libre a los gobiernos actuales, pendientes del largo plazo, porque principalmente buscan cumplir con la agenda globalista de los organismos supranacionales.
Occidente, en su mayoría, está dormido. Aunque, como un despertador que Europa sigue posponiendo para tener más minutos de sueño, comienza a sonar una Nueva Derecha. Una propuesta política, social y cultural que podría cambiar el panorama europeo, actual y futuro.
Sin embargo, tampoco quiero ser injusto. Hay quienes sí se preocupan por el daño que los gobiernos contemporáneos están ocasionando a sus naciones. Y, aunque lamentablemente aún no son mayoría, se debe reconocer el mérito que tiene levantar la voz en protesta contra los abusos que comete el Estado bajo distintas banderas progresistas que vulneran la soberanía de las naciones y, sobre todo, las libertades de sus ciudadanos. El cambio será, en gran parte, gracias a ellos.
Opinión por Matías de Dompablo
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