Lloren nuestras guitarras y desgárrense nuestras voces de dolor. Porque el hijo del pueblo desea volver a la tierra en la que nació, al embrujo incomparable de su sol.

El primer aniversario que paso lejos de ti, mi Perú. El primer año que celebro lejos de mi tierra, de mi patria.
El tiempo transcurre lento, espeso; y el escribidor, melancólico, nostálgico.
Es un veintiocho distinto, con una mistura de sabores y sentimientos; con un encuentro de alegrías y pesares. Con una celebración patriota, gloriosa; pero con una espera angustiosa, temblorosa.
Un día para celebrar lo nuestro: lo tuyo, lo mío. Para conmemorar nuestra herencia y nuestro heredar.
Una fecha para enaltecer la libertad, la patria, la independencia. No obstante, una fecha distinta. Una en la que además de celebrar debemos rectificar la lucha en un país hermano.
Porque ahora Venezuela lo grita. Porque el venezolano ha aclamado al cielo tras hacer en la tierra todo cuanto el hombre preso de la tiranía puede hacer. Porque el pueblo hermano ahora lucha por defender la voluntad general de sus pueblos, amparados por la justicia de su causa, la que Dios defiende.
Caen estatuas, bustos que nunca debieron estar; y se alza en coro la voz de reclamo que anuncia la libertad. Se tiñen las calles de esperanza y sacrificio; de confraternidad y resistencia. Bulle la paciencia de un pueblo oprimido.
Antaño, hace más de 203 años, se decía que Sudamérica no sería libre hasta que el Perú lo fuera. Pero hoy digo que el Perú no será libre hasta que Sudamérica lo sea.
Derroquemos el socialismo, recuperemos la libertad. Fortalezcamos los lazos, debilitemos las tiranías.
Fuerza, hijos de Bolívar y Miranda. Resiliencia, compatriotas de distinta patria. Revolución, emprendedores de la libertad.
Dios bendiga a los venezolanos de bien, a los que quieren ver a su tierra libre. Que el Dios de Jacob, a quien le debemos juramento eterno, bendiga a los hijos de Venezuela que anhelan ser nuevamente acogidos bajo su bandera, calentados bajo su sol.
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