[Opinión]
[Matías de Dompablo, 18]
Es una triste realidad. Nos encontramos de cara a tomar una decisión que no podrá, sino que cambiará el rumbo de nuestro país, tras 200 años de República. Las elecciones de este próximo domingo 6 de junio, representan dos polos opuestos, pero igual de trascendentes.
"Una última brazada de desesperación frente a ahogarnos en un profundo océano de represión de derechos y escasez de oportunidades"
Por un lado, nos encontramos frente a una figura autoritaria, despótica, inquietante e irrespetuosa con las instituciones gubernamentales y privadas (aunque su postura deambula dubitativa en cada entrevista). Y, como si lo anterior no fuera suficiente, posee vínculos extremadamente comprometedores con el MOVADEF, el brazo político de Sendero Luminoso, y amenaza con llegar al poder para quedarse; fiel imagen de Chávez, Maduro, Castro, Morales y Ortega.
En la otra parte, nos tropezamos con una imagen, aparentemente renovada, de la políticamente experimentada Keiko Fujimori. Una figura que, pese a ser acusada de corrupción (sin evidencias que lo afirmen), promete respetar el modelo económico liberal que se mantiene desde el gobierno de su padre, Alberto Fujimori. Asimismo, promete un respeto a la democracia, las instituciones y poderes del estado, el sector privado y la cultura tradicional, que, en muchos aspectos, prevalece en nuestro país.
No obstante, pese a encontrarnos frente a una inminente dictadura, tras una victoria de Pedro Castillo, la segunda opción no deja de representar un voto sin convicción. Un voto por "salvación" más que por deseo; una última brazada de desesperación frente a ahogarnos en un profundo océano de represión de derechos y escasez de oportunidades. Una vez más, en nuestra triste historia republicana, nos vemos obligados a votar por un mal menor y no por un buen candidato.
La idea del "voto por la democracia", que dicho sea de paso no es una pura democracia, sino un estado de representatividad sobre el cual repararé en otra ocasión, ha sido explotada tanto por la candidata como por sus simpatizantes. Y, para bien o para mal, como consecuencia de nuestro paupérrimo criterio para escoger mandatarios, Keiko Fujimori es la única opción que representa esta democracia que tanto parece incomodar a los miembros de Perú Libre.
[Franco Consoli, 19]
Un bicentenario de República y hemos aprendido tan poco; el peruano no cambia. No importa cuando lo digas, el peruano no sabe tomar decisiones. No sabe tomarlas, y tampoco quiere. Pero es momento de que esto cambie; porque ahora sí, hemos llegado al punto donde la situación lo amerita. Este domingo 6 de junio, todo está en juego.
"Yo se lo que piensan. Fujimori es Fujimori, sin importar si su nombre empieza con A o con K"
Con su sombrero y caballo, ha llegado quien se propone como el representante de todos aquellos que han sido marginados gobierno tras gobierno, para decir “ya no más” y sacarlos adelante. Pero como he dicho, así se propone y solo como propuesta se queda. Castillo representa todo lo que se puede criticar de un mandatario: autoritario, déspota, ignorante, pero sobre todo, sin miedo a manejar el poder como quiera. Esto sin hacer énfasis en su vínculo con el MOVADEF, Sendero Luminoso, sus amenazas de aniquilar el sector privado y su poco afán por el Estado de Derecho.
Su contraparte, no es alguien que el peruano no conozca. Es quien hoy podemos llamar “la eterna candidata”. La señora Keiko Fujimori. La hija del exmandatario pretende ser una nueva versión de si misma, dejando de lado los errores cometidos en el pasado, que sin duda alguna no le dejaron una buena imagen. Las cosas como son, el congreso con mayoría de Fuerza Popular (hoy ya disuelto) fue nefasto. Uno de los peores que hemos vivido como República, al cual no le importó la posibilidad de dejar el Estado bajo la cuerda, con tal de manifestar sus caprichos y su poca ética como profesionales. Un congreso, que a la señora Fujimori, no le hizo nada bien.
Pero hoy, parece que quiere dejar el pasado atrás, y con esto también sus errores, para así asumir el rol de jefa del Estado. Yo se lo que piensan. Fujimori es Fujimori, sin importar si su nombre empieza con A o con K. Pero ¿es verdad? No considero a la líder de Fuerza Popular ninguna santa. Estoy seguro de que sus pecados los tiene. Sin embargo, si la queremos criticar o enjuiciar, no podemos hacerlo de la manera que se ha venido haciendo en esta campaña. No podemos castigar al hijo por lo que hizo el padre. Más aún cuando el suyo ya está pagando entre barras lo cometido. No creo que a Keiko se le pueda atribuir algo de lo hecho en los años de gobierno de Alberto Fujimori. Ni lo bueno ni lo malo. Comprendo el rencor hacia Alberto. Es muy sentido y es algo que no se podrá diluir por más que se quiera. Hay quienes lo llaman ladrón, hay quienes lo llaman asesino o dictador. Y está bien. Denomínenlo con el adjetivo que mejor les acomode, pero solo a él.
Keiko no es quien acomodó la economía del país en los 90s. Con ella no abandonamos el inti ni descubrimos el sol. Ella no salió en tanques y cerró el congreso. No estaba en el gobierno cuando se dio la operación Chavín de Huántar, ni cuando Abimael fue capturado. Así como no estaba en el gobierno cuando sucedió lo que sucedió en la Cantuta o Barrios Altos. Tampoco fue ella quien renunció a la presidencia y abandonó el país. Si apoyas el mandato de Alberto está bien, y si lo crucificas y hoy te revuelcas en el hecho de que está preso esta bien. Pero no apoyes o crucifiques a Keiko por ser su padre quien es. Abandonemos el resentimiento generalizado hacia un apellido y enfoquémoslo hacia un nombre completo. El resentimiento, como personas, vive dentro de nosotros, pero no podemos permitir que le gane a nuestra razón.
Hoy la situación no está para eso. Debemos comprender que el sentimentalismo no nos dará un gran presidente, pero gracias a este, puede darnos un presidente que nos inculque terror por los próximos años o de manera indefinida. Keiko no es la opción que queríamos ni, probablemente, la opción que nos merecemos. Pero es la única opción que velará por la justicia y por la democracia. En cortas palabras, es la única opción viable. Si queremos que siga existiendo inversión en el país, si queremos que la economía se mantenga, que no haya más inflación, que la constitución y nuestras leyes sigan vigentes, Keiko es la opción.
Castillo, de una manera u otra nos ha dado los índices necesarios para que el sector privado escape, que los inversionistas no se nos acerquen y que el dólar se dispare. Perú Libre nos ha dicho que no le importa la democracia y que nuestro futuro va camino a ser el mismo de Venezuela: sin libertad. Sendero Luminoso y el terrorismo nos han dejado en evidencia que han cambiado, que con la lucha armada no piensan llegar al poder, sino que quieren llegar desde adentro, desde las instituciones del Estado. Eso solo lo lograrán si Castillo gana. Hoy no podemos ver a Keiko como la sangre de Alberto. Hoy tenemos que ver a Keiko como la sangre de todos nosotros. La sangre del Perú.
[de Dompablo & Consoli]
Sincera y humildemente, queremos equivocarnos al juzgar de "aparentemente renovada" a la señora Fujimori. Esperamos que los procesos de vulnerabilidad y de indiscutible enseñanza que ha atravesado, hayan conseguido en ella una verdadera renovación de su espíritu político. Asimismo, es indudable que el equipo técnico detrás de la candidata de Fuerza Popular se encuentra más capacitado para dirigir las riendas de nuestro país por el próximo período presidencial.
Lo que el Perú necesita es un buen administrador, que sepa concretar y conseguir un desarrollo sustentable y sostenible para nuestro país; no solo ganarse a la opinión y empatía del pueblo a base de discursos carentes de fundamento, con planes irreales, apelación al sentimentalismo y palabrería rebuscada (como hemos tenido en los últimos años).
Con una mano en el pecho, una profunda decepción y una esperanza vulnerada, esperamos que la única opción que representa la posibilidad de mantenernos en un estado democrático pueda asumir este rol. Nuestro país lo necesita; no te duelas Perú.
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