El Perú, una nación que desde el 2016 vive una inestabilidad política constante pero que, al margen de ello, no deja de sorprendernos. Sin lugar a dudas, de los últimos meses, esta semana ha sido una de las más ajetreadas en la política del país.
De PPK a Dina, 6 presidentes en 6 años. Nuestra historia es una tragicomedia. No hay ideas, no hay ideologías, no hay honestidad. Solo hay interés en obtener poder, sin importar cómo.
Nuestra ley ha pasado a un segundo plano. El poder político la oprime sin que nadie la defienda. Lo vimos con el Lagarto y su denegación fáctica, acto que contribuyó en gran medida a la fragilidad actual de la institucionalidad del poder legislativo. Un golpe que no fue catalogado como tal aun cuando causó más daño, en retrospectiva, que el fallido intento suicida del ex presidente Castillo.
Aunque la ley es la garante de nuestra protección, no debemos perder de vista la importancia de las Fuerzas Armadas. Tras el intento de golpe, el país estuvo sumido en un ambiente de pánico e incertidumbre, de ansiedad y confusión. No fue sino hasta el pronunciamiento de las distintas fuerzas armadas
que pudimos tener un panorama más claro del futuro inmediato de nuestro país. Lo dicho por Castillo en el mensaje a la nación violentaba a la Constitución, pero si esta no hubiese sido protegida por las Fuerzas Armadas, como sucedió en el 2019, poco importaría la inconstitucionalidad del acto.
Castillo se precipitó. Es el primer “golpe” en nuestra historia, donde el golpista no contaba con el apoyo militar para cuando anunció su dictadura. No por nada mientras realizaba el anuncio se le veía todo timorato, casi sin poder agarrar el papel donde leía su mensaje. Tras esto, sucedió lo que debía suceder. El Congreso, con 101 votos a favor, procedió a vacarlo. Su incompetencia ahora sí era innegable. Una vez que los votos fueron obtenidos y las F.F.A.A. habían anunciado su respaldo a la constitución y, por ende, su oposición a lo realizado por el ex mandatario, a Castillo solo le quedó una opción: correr.
Pero el pueblo, cansado de él, decidió ser partícipe también de la jornada bloqueando toda vía de escape. Si el pueblo decide actuar, el poder reside en él. Castillo fue atrapado y no mucho tiempo después lo vimos esposado. Una imagen que satisfizo a más de un peruano. Castillo nunca más dormiría en Palacio. El pueblo peruano celebró, y con justa razón. Pero la lucha contra el comunismo no queda ahí. Porque en la presidencia quedó Dina Boluarte, la vicepresidenta de Castillo, promotora radical de expropiaciones y de una asamblea constituyente.
Este episodio de nuestra vida republicana nos ha dejado una enseñanza valiosa: no podemos vivir desentendidos de la política. Debemos evitar la trampa de creer que lo que ocurre en la política es ajeno a nosotros. Todo lo contrario, las decisiones de este corte son las que determinan los parámetros en los que podremos desarrollarnos como individuos y como sociedad.
Por lo tanto, lo peor que podemos hacer ahora es creer que esto se ha acabado. La caída del golpista Pedro Castillo solo podemos tomarla como una victoria parcial. No debemos perder de vista el actuar de la izquierda progresista y caviar porque, finalmente, son ellos quienes tienen el discurso predominante en esta ala política. Son los que hacen y deshacen en estos partidos y, en consecuencia, debemos sospechar de motivos ocultos detrás de la decisión del autogolpe. Pudo ser un desliz del ex mandatario o una estrategia planificada para reemplazar esa figura por alguien más alineado con los objetivos de la agenda progresista, como es el caso de Dina Boluarte.
Desde esta casa los exhortamos a comprometerse con la vida política. A no bajar la guardia frente a la amenaza de una hegemonía izquierdista que arremete contra nuestros derechos y libertades. Celebren la caída del golpista porque representa muchos aspectos favorables, pero no se descuiden. Permanezcan despiertos.
Opinión por El Ultimo Bastión
[Análisis]
[Editorial]
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