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La sociedad politizada

Foto del escritor: Matías de Dompablo AguayoMatías de Dompablo Aguayo

Actualizado: 2 may 2023

"Una concepción maquiavélica de la realidad, en donde absolutamente todo lo que decimos y hacemos constituye una expresión de ideales y principios políticos"

Valladolid. Actualmente, en una sociedad que nos dice que todo es una manifestación política, desde lo que comemos hasta la música que escuchamos; desde el quipo por el que hinchamos hasta los libros que leemos, ¡qué importante resulta ser opositor a esta idea!


Esta concepción maquiavélica de la realidad, en donde absolutamente todo lo que decimos y hacemos – y también lo que no decimos y no hacemos – constituye una expresión de ideales y principios políticos, es una versión moderna de la dialéctica del conflicto.


Una ejecución de la visión marxista, en donde el móvil de la historia es la lucha de clases, pero trasladado a más allá de estas. Ya no es solo ricos contra pobres, burgueses contra proletarios. Ahora también es veganos contra omnívoros, rockeros contra reggaetoneros, ciclistas contra conductores, hinchas de equipos históricos contra hinchas de equipos del momento. O, como lo entienden las feministas y quieren que absolutamente todo el mundo lo crea, hombres contra mujeres.


Esta ridícula cosmovisión propone conflicto en absolutamente todo, buscando enfrentarnos constantemente. Y esto no va únicamente de cuestiones que impulsan políticas de estado, como las leyes de género, en donde es natural que exista una contraposición de opiniones; sino también en actividades cotidianas tales como usar una bolsa de plástico en vez de una de tela o comprar tu ropa en una tienda departamental en vez de hacerlo en un taller artesanal, ecofriendly, unisex, deconstruido, animalista (y un largo etc) que seguramente te cobrará un ojo de la cara.


Este divide y vencerás es recurrente en las sociedades occidentales, en donde cada vez es más común ver a la gente enfrentada por asuntos banales y con menos elementos culturales que los unan. Siendo, quizá, el ataque más drástico y perverso hacia la identidad colectiva aquel que nos dice que debemos avergonzarnos de nuestra nación, como ocurre en España, en donde se le ha hecho creer a la gente que colgar la bandera de su país en la ventana – o llevarla en una pulsera – es sinónimo de ser fascista.


Por tanto, resulta no solo importante, sino también necesario, que nos opongamos activamente a esta politización de la sociedad. No podemos construir Estado de abajo hacia arriba si no consensuamos en que no tiene por qué existir conflicto en todo. En que podemos tener opiniones distintas y que eso no significa que tenemos que vivir enfrentados, censurando a todo aquel que no piense como nosotros, señalándolos de intolerantes.


Debemos reconocer e impulsar el diálogo como elemento fundamental en la búsqueda de la verdad y el debate como mecanismo para la estimulación del intelecto. No podemos ceder ante aquellos tiranos que quieren imponer su visión a costa de todos los demás para proclamarse como amos y señores de la verdad.


Porque si lo hacemos, si no somos cancerberos de la libertad, regalaremos terreno político a los que quieren dividirnos para hacerse con el poder.

 

Opinión por Matías de Dompablo Aguayo


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