
Cuando se habla de la cuestión de la existencia de Dios, se suele pensar que es un asunto meramente de fe. Que la lógica y la razón no tienen lugar.
Santo Tomás de Aquino, uno de los pensadores occidentales más influyentes de la Edad Media, establece en la Suma Teológica (1265-1274) cinco vías lógicas para demostrar la existencia de Dios. Es más, para el escolástico, la existencia de Dios no es evidente por sí misma, sino que debe ser demostrada. Ergo, sustentada por argumentos.
Las vías tomistas son: a) Del movimiento b) De la causa eficiente c) De los seres contingentes d) Grados de perfección e) Del orden y finalidad de los seres
La primera, que luego será explicada, dice lo siguiente:
“La primera y más clara es la que se deduce del movimiento. Pues es cierto, y lo perciben los sentidos, que en este mundo hay movimiento. Y todo lo que se mueve es movido por otro. De hecho, nada se mueve a no ser que en cuanto potencia esté orientado a aquello para lo que se mueve. Por su parte, quien mueve está en acto. Pues mover no es más que pasar de la potencia al acto (...) Todo lo que se mueve necesita ser movido por otro. Pero si lo que es movido por otro se mueve, necesita ser movido por otro, y éste por otro. Este proceder no se puede llevar indefinidamente, porque no se llegaría al primero que mueve, y así no habría motor alguno pues los motores intermedios no mueven más que por ser movidos por el primer motor”. (Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiae, 1265-1274)
Tras siglos de cambio en las ciencias naturales, que presupone exactitud en el conocimiento producido por estas, se ha demostrado que el universo tiene edad; es decir, no es eterno. Tiene origen y antes de este no pudo haber nada material, porque si lo hubiese, entonces el origen dejaría de serlo y así infinitamente. Por tanto, nos debemos remitir a dos opciones con respecto al universo:
a) No tiene origen. b) El origen no tiene un antecedente material.
El problema con la primera premisa es que algo no puede empezar a ser por sí mismo, necesita una causa. Nada surge de la nada (ex nihilo nihil fit). Una partícula no puede empezar a existir porque así lo desea; porque incluso si se encontrase en la capacidad de "desear", para hacerlo, primero tendría que haber existido.
En cuánto a la segunda premisa, antes de aferrarnos a ella por descarte de la primera, es necesario profundizar.
La teoría sobre el origen del universo, científicamente aceptada por tener un mayor grado probabilístico de certeza, es que, en el origen, este se encontraba infinitamente comprimido. Partículas y antipartículas chocando entre sí a velocidades que aumentaban gradualmente, incrementando cada vez más la temperatura de ese espacio nulo. En un momento, en el instante cero, el universo nulo hizo explosión lanzando a estas partículas, sus contrapartes y los pares que habían formado entre ellas hacía el vacío, mientras este se expandía y enfriaba, dando origen a los primeros elementos químicos. (Síntesis de: Hawkings, A Brief History of Time, 1988, p.155 - 162).
Sin embargo, a esta teoría escapan nociones fundamentales como: ¿cómo es posible el desplazamiento en el vacío? ¿de dónde salieron esas primeras partículas si no pueden ser causa de sí mismas? (esta cuestión se relaciona con la segunda vía tomista) y, por último, ¿qué hizo que esas partículas se empezaran a mover? ¿qué hizo que incrementaran su velocidad?
Estas últimas preguntas, que pueden ser entendidas como una sola, desembocan en una única posibilidad: alguien (o algo) tuvo que moverlas. Incluso la mecánica clásica sustenta esto: "Todo cuerpo permanece en reposo, o movimiento a velocidad constante, a menos que una fuerza externa actúe sobre él" (primera Ley de Newton).
Es por esto que para el paso de potencia al acto de la primera materia fue necesario el movimiento. Y, para que este movimiento se diese, es necesario un Ser que realizara el primer movimiento y cuya potencia y acto no se diferencien. A este Ser se le conoce como Dios.
Referencias bibliográficas:
Suma Teológica - Santo Tomás de Aquino Historia del Tiempo - Stephen Hawking Philosophiæ naturalis principia mathematica - Isaac Newton
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