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El valor de las humanidades

Foto del escritor: Matías de Dompablo AguayoMatías de Dompablo Aguayo
Se vuelve cada vez más difícil ver dentro de un plan de estudios un curso como filosofía o historia en una carrera que no sea puramente de humanidades y se vuelve cada vez más vaga la profundidad de estas en el plan escolar.

La educación, con el paso del tiempo, ha ido cambiando. Es lo propio de un sistema que responde ante necesidades, es decir, ante una demanda. Un claro ejemplo es la tendencia de formar en habilidades blandas, como liderazgo u oratoria, de cara a lo que el mercado laboral busca.


Esto evidencia un lado positivo del cambio: las casas de estudio y las empresas guardan cierta sintonía entre lo que unos requieren y lo que los otros brindan.


Sin embargo, no podemos describir a la educación únicamente como un sistema productivo en donde los estudiantes son el producto final. Hace falta el componente humano, aquella serie de características y elementos que nos diferencian de una máquina y nos dan el valor añadido intrínseco a nuestra condición.


Últimamente, a esa tendencia que comentaba líneas arriba sobre la formación en habilidades blandas, habría que añadirle también la tendencia – presente sobre todo en el sistema público – de formar profesionales de escritorio. Trabajadores que sepan hacer bien su trabajo pero que no sean capaces de mirar hacia un horizonte más amplio. E, incluso, muchas veces cortando las alas de los alumnos, erradicando la curiosidad por ver ese futuro.


Podemos atribuir la causa de esto a diversos factores, como la tendencia occidental implícita de formar funcionarios públicos – amargados con la contraparte privada – en universidades públicas; pero, quiero reparar en uno que suele pasar desapercibido: la desaparición de las humanidades de las mallas curriculares.


Se vuelve cada vez más difícil ver dentro de un plan de estudios un curso como filosofía o historia en una carrera que no sea puramente de humanidades y se vuelve cada vez más vaga la profundidad de estas en el plan escolar. Una ausencia que se hace sentir en las aulas y que se manifiesta en el desinterés progresivo del ser humano por conocer lo trascendente.


En consecuencia, aumenta el número de aquellos que tienen como finalidad principal lo pasajero y disminuye el de los que tienen una mayor conciencia sobre el pasado y, por lo tanto, una visión más clara y profunda sobre el futuro de la humanidad.


Y es que precisamente es ese el principal aporte de las humanidades a la formación del individuo, proporcionarle herramientas y conocimiento que amplíen su entendimiento del funcionamiento de los seres y su conciencia sobre el papel que desempeñamos en sociedad y por cuenta propia. Incluso, le podemos añadir el propósito de la filosofía que es el estudio de la dimensión más trascendente del ser humano y de la existencia misma.


Con lo anterior no quiero decir que las humanidades son lo más importante dentro de la formación de todos los individuos. Indudablemente, se debe priorizar los conocimientos técnicos que requiera cada carrera para dar al mundo un profesional verdaderamente capacitado para desempeñar sus funciones. Sin embargo, no se puede negar e ignorar el peso que tienen las humanidades en la formación íntegra del ser humano. Ya se ha hecho por demasiado tiempo.


 

Opinión por Matías de Dompablo Aguayo

 

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